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Las tres caras de la felicidad

Actualizado: 13 mar 2023


Nos aconsejan hacer ejercicio para fortalecer el cuerpo y evitar que se oxide.


Nos aconsejan cultivar nuestras emociones para mantener relaciones saludables.


Pero ¿dónde queda el ejercicio para nuestra energía?


Somos un triángulo existencial. Ignorar cualquiera de las tres fuerzas que nos sostienen en este planeta es el equivalente a decirnos por las mañanas “no me merezco estar vivo”.


Y es que es tan importante hacer ejercicio como cuidar nuestra energía vital. La mayoría de las personas cuidan su estado físico, algunos afortunados se permiten llegar un poco más hacia dentro y procuran cuidar también el emocional. Es la parte energética de ese triángulo la que nos cuesta más, sobre todo en ciertos lugares del mundo, y nos empeñamos en ignorar que pueda tener algún tipo de relación con nuestra salud o nuestras emociones.


Muchos alumnos me dicen que están cansados a pesar de cuidarse físicamente.


¿Qué haces para cuidar tu energía? Les pregunto. ¿Prácticas algún tipo de ejercicio para tu interior?


La meditación no se basa necesariamente en poner la mente en blanco y decir “OM” con una postura específica en las manos. Es sentarnos en tranquilidad a escuchar a nuestra energía.


Si un amigo te llama y te dice que necesita desahogarse, te sientas con él y le prestas toda tu atención. Así compartes tu energía con él. En meditación ocurre exactamente lo mismo, solo que en este caso, nuestro amigo somos nosotros mismos. Requiere un rato de silencio y predisposición a escuchar sin juzgar lo que nuestro interior necesita comunicarnos.


Es una de las primeras bases del amor propio. ¿Cómo vamos a aprender a amarnos si no queremos escucharnos?


— No tengo tiempo. No me concentro. Me vienen otros pensamientos a la cabeza.


Las tres excusas más recurrentes. ¿Te imaginas lo que pasaría si le dijeras eso a tu amigo, a tu hermano, o a tu hijo si necesitara desahogarse? “Lo siento hijo, no tengo tiempo para escucharte, no me concentro porque me vienen otros pensamientos a la cabeza”.


Debemos plantearnos los mensajes que nos estamos mandando constantemente y asociarlos a nuestra salud física, emocional y espiritual, porque las tres caras de la felicidad se alimentan entre sí. El cuerpo -la capa más superficial- y el interior -la más profunda- se conectan por medio de la capa intermedia, que son nuestras emociones. Todo está relacionado. Si falla algo en el cuerpo, nuestras emociones se ven afectadas. Lo que nos resistimos a entender es que si hay algo en nuestro interior que no está funcionando, ocurre lo mismo: nuestras emociones sufren y afectan a nuestro físico debilitándolo de una manera u otra. No sirve de nada tener un cuerpo perfecto si luego nos empeñamos en descuidar lo demás, porque tarde o temprano, será ese cuerpo el que nos pase factura. Afortunadamente, ser conscientes de ello equivale a poder cambiarlo.


— ¿Cómo empiezo? — Es la siguiente pregunta que me hacen.


Empiezas por el principio más básico. Si quieres convertirte en nadador profesional sin haber nadado nunca, lo primero que debes hacer es lanzarte al agua y aprender a flotar. En este caso, flotar equivale a sentarte diez minutos al día en una postura cómoda, cerrar los ojos y concentrarte en tu respiración. Lo creas o no, esos diez minutos ya están alimentando a tu interior. Poco a poco irás comprobando que tu sistema parasimpático se activa y que te sientes más relajado físicamente. Y si esto se consigue solo con flotar, imagina lo que serás capaz de hacer cuando desarrolles ese “músculo energético”.


Existen muchas formas de ejercitar la energía para contribuir a que este triángulo existencial funcione, pero sin duda la meditación es la más importante, la más fácil, la que aporta más beneficios y es completamente gratuita. Escucharse es la base para todas las demás prácticas de conocimiento personal. La cuestión es:


¿Te apetece escuchar lo que tienes que decirte? ¿O te da miedillo y por eso te pones excusas para no hacerlo?



Escritora y fundadora de The Wake Up Concept



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